Sobre el escribidor
Carlos Conde
3/14/20252 min read
Si yo no me conozco ni me puedo conocer del todo, si yo no sé ni podré saber todo lo que hay por saber, entonces ¿cómo podría pasar por esta vida sin escribir y sin leer o, tal vez mejor dicho, sin transmitir y sin recibir información y experiencias? Decía Joan Didion que “escribir es un acto de descubrimiento; a veces no sabes realmente lo que piensas hasta que lo pones en palabras”. Al hallarme ahora, como diría Dante, a la mitad del camino de la vida, entre mi pasado y mi futuro –por largos o cortos que sean–, al haber vivido tantas decisiones –valientes y cobardes–, al haber trabajado con tanta angustia –propia y ajena–, al avanzar ahora por vía libre en el camino de mi sanación y liberación, regresa a mí mi deseo infantil de escribir, de ser “escritor”, solo que reformulado, resignificado. De niño, creo que quería ser famoso, reconocido, amado, por transmitir lo que pensaba –¿quién no ha deseado eso como niño y como adulto también? Supongo que ese deseo surgió de que yo amaba a los autores que me ayudaron a sortear algunas de las épocas más difíciles de mi vida. Ahora me basta con poder escribir algo que me ayude a mí y a algunos pocos otros.
También, claro, busco conectar, lanzar algunas botellas al mar que puedan quizá hallar lectores que se puedan ver reflejados en mis palabras y con los que se pueda hacer comunidad. Decía Chimananda Ngozi Adichie que “escribir es un acto de empatía, una forma de conectar con los demás a través de las palabras”. Si logro conectar con algunos pocos ya será bastante.
Sobre todo, escribo para entenderme y sanarme. Primeramente, me siento como un lector, antes que como un escritor; como alguien con mucha curiosidad por aprender y por entender, porque he descubierto que aprendiendo puedo ir sanando o, al menos, hallando vías para ello, porque he descubierto que entendiendo se puede acceder a nuevas realidades e incluso se puede ayudar a crear algunas parcelas de realidad que sean más libres para mí y para otros, porque he descubierto que el asombro de estar en una posición de aprendizaje constante es lo más cerca que he podido llegar a sentirme en paz, sereno, dichoso, capaz de amar y ser amado. Lo mío es leer, aprender, entender, pero eso me ha llevado a sentirme como una fuente que tiene algo para dar y espero poder verter ese algo –sea mucho o poco, valioso o insustancial– en este proyecto y en cada uno de mis escritos y espero con mucha esperanza que algo de ello llegue a otros seres humanos y nos ayude a todos a ser un poco más dichosos.
Mi nombre es Carlos Arturo Conde Hernández. Me entrené para trabajar como psicoanalista, después de haber estudiado la carrera de psicología y a la par que me formaba también como filósofo. Sigo trabajando con mi angustia y la de otros. Sigo obstinado en aprender más y descubrir realidades cada vez más novedosas. Empiezo a creer que puedo crear algo que valga la pena. Así que si gustan acompañarme en esta aventura, eso me hará muy feliz.