Sobre Letras y sombras

Carlos Conde

4/12/20253 min read

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Para bien y para mal, lenguaje y ser humano surgieron al mismo tiempo, creándose uno al otro. Sin lenguaje no hay ser humano. Para bien y para mal, cuando se inventó la escritura se crearon también los gérmenes –aunque tardarían siglos en eclosionar– de muchos de los problemas que se han diagnosticado bajo el nombre de Modernidad. La escritura nos enfermó de disociación de la experiencia, es decir, de distanciamiento de nosotros mismos, porque vivir es una experiencia, no un concepto.

A veces la diferencia entre veneno y medicina es el grado. Lo que en cierta medida mata, en otra cura. La escritura trajo una enfermedad grave, sí, pero también proporcionó su antídoto, además de implicar posibilidades enormes que de otra forma no hubieran existido. Escribir es como verter en un molde de papel pedazos de angustia y esperanza en forma de palabras. Vaciarlas ahí permite una catarsis muy sanadora. Además, una vez plasmadas se les puede transformar, se les puede resignificar y eso es aún más sanador.

La humanidad ha utilizado desde siempre el lenguaje para sanarse de enfermedades de humanidad, mediante el diálogo colectivo, por ejemplo, mediante la poesía antigua y moderna, mediante el teatro, las canciones, etcétera. Esas prácticas luego se las han ido apropiando las religiones –como en la confesión y las letanías–, los gobiernos –como en los juicios orales y los discursos ideologizantes–, quitándoles en su mayor parte el potencial sanador y convirtiéndolas en medios de ideologización y de control. Quienes más han preservado ese poder son las psicoterapias – aunque con variaciones–, que representan el lado más amable de esta apropiación, porque es donde más se intenta no ejercer un poder sobre los demás. Yo sueño con un mundo futuro en el que los terapeutas y psicoanalistas no seamos necesarios, o solo en muy pequeñas proporciones, en el que la mayor parte de la sanación la realicemos unos seres humanos con nosotros, hablándonos, escuchándonos, escribiéndonos, leyéndonos.

No se ha desarrollado lo suficiente, me parece, es el uso de la lengua escrita para esa labor de sanación. Claro que existe: los escritores refieren mucho ese tipo de experiencias. Muchos lectores también testimonian que el leer les ha ayudado a sobrevivir, a sanar ciertas cosas. Yo entre ellos. El problema es que la implicación del lector en dicha práctica sanadora de sí mismo es sumamente limitada, muy pasiva. En siglos recientes, el acento se ha desplazado un poco del autor al lector, proporcionando así cada vez más una posibilidad y responsabilidad de co-creación al lector y expandiendo así también su acceso al potencial sanador para grupos cada vez más amplios. Creo que esa tendencia se puede potenciar aún mucho más.

Este proyecto es para presentar mis trabajos como escribidor –aunque tal vez no muy bueno–, como aficionado entusiasta a la escritura, pero espero que sea sobre todo una invitación a todos para que a su vez escriban, para que se liberen lo más posible de las trampas del mundo editorial, de las instituciones culturales, y que tomen en sus propias manos, literalmente, la pluma o el teclado y reclamen la libertad que tienen de hacer uso de su potencial creador para su propia sanación, para la expresión de lo que sienten y piensan, para que hagan catarsis mediante la escritura, para que vivan el miedo y la valentía de exponer su alma mediante sus textos, para que experimenten la liberación de tomar la materia misma de la que estamos hechos los seres humanos y la moldeen como quieran, moldeándose así a sí mismos en total libertad y autorresponsabilidad.